Ricardo Mirolo nació en Deán Funes a los 28 días del mes de enero de 1958 y desde muy pequeño comenzó a desarrollar sus dotes artísticos.
Nunca pensó que los dibujos del Pato Donald o Mickey realizados en la escuela primaria serian el preámbulo de lo que luego sería el camino de toda su vida, la pintura.
La soledad de los montes de Deán Funes, los mugidos y relinchos en una vida de campo, marcarían su rusticidad y un profundo culto a la amistad, también forjada en aquellos tiempos perdurarían por toda su vida en muchos nombres de los cuales aún conserva.
La razón de la existencia y su problemática le impulso a volcarse en lo único que según el podía sustentarlo, el arte, llegando muchas veces a pasar meses con la sola compañía de los colores.
Después vinieron los viajes, muchos a España donde eligió Cadaques como lugar de residencia entre los olivos y el mar. Vivió en la calle Miguel Roset, arriba de la "LLuna" donde plasmo paisajes e historias vividas en el Alt Ampurdà cerca del Golfo de Roses junto a dos amigos, Alberto Horne pintor argentino y Víctor Brossa pintor catalán.
Al poco tiempo, realizo su primer viaje a los Países Bajos, para estudiar a los que él consideraba los maestros de la pintura holandesa, como Vermeer, Rembrand, Van Gogh y muchos más.
Europa le abre las puestas de la pintura y recorre Italia, Francia, Bélgica, absorbiendo apasionadamente las enseñanzas de los clásicos expresionistas y renacentistas.
Expone en varias galerías de los estados unidos donde encuentra un potencial no imaginado con artistas talentosos. Reside en el 2807 de Pradera Rd., en Carmel California, junto a sus amigos Herman y Charlotte Van Gansen, dos amigos entrañables que le ayudan a consolidar lo mejor que para él tiene el ser humano, la amistad. Recorre Méjico DF, Taxco, Puebla y Acapulco. Encuentra los murales de Diego Rivera y Siqueiros entre otros, pintando también su paisaje urbano.
Más de siete viajes a chile le hacen conocer y amar ese país desde la isla de Chiloé hasta el norte disfrutando y pintando en Puerto Mont, Valdivia, Temuco, Zapallar y La Serena.
La vida del pescador le atrae considerablemente al punto de salir a la mar.
Viaja a Bolivia donde pinta en Villazon, Potosí y cercanías de La Paz.
En Perú, más precisamente Cusco, pasa varios meces pintando todo lo que puede con telas confeccionadas en la escuela de arte del Cusco. Vive en Calca, en su cuarto viaje y convive con los campesinos en las afueras de la ciudad.
Recién llegado desde Nueva York, el cambio se hace muy notorio y busca testimonios de las viejas culturas donde plasma varios cuadros que cuentan sus historias.
Nunca cambia su terruño, Argentina. Tiene su hogar, en las Sierras de Unquillo.
Recorre el País con su pintura, Jujuy, Salta, donde hace su primera exposición. La Rioja, y sus "caudillos "donde saca la fuerza de El Chacho Peñaloza que realiza en Tinta. Catamarca, San Juan, el Chaco y Formosa, viaja por toda la republica incluyendo el sur; Ushuaia, El Calafate, Rio gallegos, El Bolsón y Bariloche.
Regresa a Holanda y la recorre desde Groningen hasta Maastricht siempre en búsqueda de la pintura que lo marco para siempre. Esta vez reside en Justus Van Effenstraat 34 Utrecht y encuentra en su bicicleta con su caballete de campaña los lugares más bellos en las profundidades de la cuidad fundada por los romanos en el 47 dC.
Regresa a Italia, esta vez a Courmayeur, gracias a sus amigos Mario, Luis y Guillermo Risso, que le ofrecen una cabaña en Localita - Lieu - Dit, Meyenset, Vall Ferret, a los pies del Mont Blanc, allí junto a su pareja Ingrid H. Spenner pinta los hermosos paisajes del norte de Italia.
Y como en todas las historias, esto, es más o menos lo que se puede contar.